ARTE SUBTE CALLEJERO DE LA AV. BRASIL-LIMA Por Armando Arteaga
Todas las ciudades del mundo tienen sus bemoles y sus contrastes. Las ciudades parecen cementerios de automóviles donde los hombres habitan y padecen su propia muerte. Ya algunos urbanistas descabellados hablan de esta agonía urbana. El mundo desde hace rato se ha urbanizado demasiado, vivimos una desruralización en desmedida. Las metrópolis son ya una realidad kafkiana: autopistas que te llevan hacia la muerte lenta, cadáveres exquisitos caminando en smokings por urbanizaciones desoladas y tristes. Viviendas con universos desplazados hacia interiores peligrosos y neuróticos. Impera la ley de la calle: delincuencia, gamberrismo, desobediencia civil. Cada cual, ciudadano omnipresente del mundo hace lo que le da la gana. Esta postmodernidad de absoluta soledad le otorga apenas al habitante urbano una sola posiblildad: rayar cualquier garabato en una pared sucia. No son graffities, son meadas de perros marcando la señal de cualquier pandilla callejera, o clan, o tribu. De pronto, los muros de cualquier ciudad del mundo fueron invadidos por una caligrafía indescifrable. Nadie entiende nada. Es un arte que no dice nada. Es apenas una señal de algo. Los muchachos de la calle han tomado los muros de todas la avenidas de las ciudades del mundo para escribir mensajes incomprensibles, y Lima no es la excepción de esta regla: balbucean garabatos o garrapatean firmas personales, son hijos pictóricos del rock metálico: EL ARTE NO DICE NADA, EL ARTE NO TIENE MENSAJE. Aunque algunos semiólogos peinen canas tratando de encontrar algún código de comunicación. La verdad es que todos los ciudadanos del mundo estamos incomunicados. Uno prende el televisor para ver imágenes, otro hace click en la computadora para volver a ver imágenes y mensajes nuevos…, entonces vivimos ya en la magia del imago. Millones de imágenes meadas en los muros sucias y polvorientas de la ciudad, no dicen nada, o dicen muy poco. Ciudades de smog, sin oxigeno, sin tiempo para la contemplación albergan estas imágenes como en un museo de la nada. Pues allí en estos muros, se exhibe hoy, como en un museo de no sé qué tiempo vivido: ESTE ARTE SUBTE Y CALLEJERO. Aceptado en la indiferencia total, vive y muere este arte subte y callejero de la Av. Brasil. Sus artistas, nietos de la espontaneidad, anónimos talentos desperdiciados, farsantes dibujantes, siguen la influencia del American Painting: siguen “ese ruido” de Franz Kline, el “rito espacial” de Mark Tobey, el surrealismo y la fantasía infantil de Joan Miro, la intensidad emotiva de Arshile Gorky, los laberintos de Jackson Pollock, las abstracciones geométricas de Mark Rothko, y el desorden cromático de Willen de Kooning. El ARTE SUBTE Y CALLEJERO que se exhibe en los paredes y los muros de la Av. Brasil es baratero, letrista y apenas logra predecir nombres y logotipos, aunque TRAZO (nada menos) es neo-realista y está muy cerca del pop-art: para un publico clarividente, busca un lenguaje para cizañar la vida alegre de los usuarios y vecinos de varios distritos colindantes que compran comida chatarra en los supermarkets, o “salchipapas” en las carretillas ambulantes cerca de la Galería Brasil, o del Cine Plaza, o entre los “recicladores” de basura urbana que son los nuevos energúmenos que se orinan N.N. verdaderamente los muros bajo el puente de la intersección de la Av. Pershing y la Av. Brasil. Mirando las imágenes y los clichés de este arte subte y callejero, uno sabe que la basura urbana poco les importa a los alcaldes (ya aparecerán pronto con su propaganda política): esa otra basura oficial del establishment. Total, los muros aguantan todo, cualquier clamor del artista solitario y joven que degüella pájaros modernistas y descompone la simetría del muro, para delectación visual –tal vez- de los jóvenes trogloditas que pululan a ciertas horas la callejera tarde de los viernes besando el pico de una botella de Ron Cartavio sentados en sus veredas, hijos del más cruel cemento, que son los que pintan sus muros como enmarcándonos en un futuro de “delírium tremens” cada fin de semana. Parte de este ARTE SUBTE Y CALLEJERO acaba de morir –sin la protesta de estos jóvenes “emos” de casacas negras- que han dejado tristemente que la mano facistoide de los alcaldes y guachimanes del orden borren la historia de su “corte de venas” artístico. De aquí, como testimonio, les presento esta muestras de ARTE SUBTE Y CALLEJERO que a lo mejor produce escarnio en los almidonados sentimentalismos de los vecinos adultos, viejos escépticos que no creen en nada, señores de la tercera edad que esperan los viernes en la noche para ir a comprar papel higiénico y otras chucherias en ridículas bolsas de plástico que aumentará la contaminación ambiental que fomentan estos supermakets que invaden la zona. La Av. Brasil ha sido por varios inviernos escenario dorado para este arte: subte y callejero, que ha brillado con luz propia dentro de esta escenografía urbana cuyas imágenes he curado para esta exposición virtual. Hasta los carteles que anuncian conciertos musicales y la venta de edificios “ratoneras” se han esmerado por mostrar lo mejor de su “vitrina”. Son imágenes manifestadas en toda esta exposición que siente el nuevo artista “anónimo” y “underground”: que orina en cualquier muro de esta ciudad que muere y duerme su propio sueño. Contradiciendo los slogans de los vendedores de quitamanchas. De todas maneras, este arte subte y callejero tiene algo de revoltoso. Algo intrincado, difícil de entender.
IMAGENES DE LA MUESTRA:
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VIDEOS DE LA MUESTRA: