Celso Valdez Vargas
La historia, como la naturaleza, ya no es un valor de una sola dimensión: la historia puede contradecir el presente, puede ponerlo en duda, puede imponer con su complejidad y su variedad, una elección que hay que motivar cada vez.
La historia de los diseños se ha escrito tradicionalmente desde o mirando hacia Europa, hecho que ha matizado de manera importante las formas de analizar las características de las culturas de América. Afortunadamente ese panorama ha ido cambiando paulatinamente, pues a partir de las últimas décadas del siglo pasado se ha desarrollado un proceso de revisión de los paradigmas eurocéntricos que orientaron la teoría, la historia del diseño y el proyecto con direccionamientos que en ocasiones se encontraban en disonancia con la aguda problemática de las sociedades de América Latina.
De esta inicial revisión surgió la necesidad de construir un marco propio que permitiera entender los procesos generales y las características específicas de génesis, desarrollo y reutilización de la cultura material latinoamericana, y avanzar en la construcción de un pensamiento latinoamericano en los campos del diseño. Ello ha exigido revisar y afinar los instrumentos de comprensión de esta realidad, así como de los modelos figurativos y operativos, para contar con herramientas que nos permitan un acercamiento más adecuado a problemas y alternativas comunes y, al mismo tiempo, a valorar nuestras diferencias y especificidades. Un ejemplo de ello es la necesidad de investigación, difusión, protección, valoración y rescate de la cultura material de diversos períodos de nuestra historia. Esto nos plantea la necesidad de la apertura de una línea de trabajo sobre una nueva perspectiva y señala que se requiere de un trabajo más sistemático y a mayor profundidad para establecer estas diversas variaciones sufridas tanto en la creación local como en la implantación en América de los productos del diseño a partir de las metrópolis, que se incuban ya desde el proyecto conquistador y colonizador europeo del siglo XVI.
La adopción de una mirada extraña
Las interpretaciones tradicionales sobre el diseño se han orientado a explicar el surgimiento y desarrollo de la cultura material como resultado solo de un fenómeno que implicó la imposición de modelos desarrollados y refinados de productos de diseño generados en las metrópolis que no consideran las condicionantes materiales y simbólicas locales.
Y esto obedece a un largo proceso de recepción y aceptación de perspectivas y orientaciones para analizar los fenómenos. Para algunos autores eso parte de los procesos de occidentalización-universalización, que implicaron la adopción de formas específicas de ver las cosas. Como señala Arriarán, al leerse la modernidad en América Latina como un proceso de imposición de la racionalidad universal, encontramos que esto implico "...el vaciamiento y subordinación a las condiciones epistemológicas de la constitución del sujeto trascendental moderno, o sea el moderno sujeto de la dominación"1, debido no solo a los adelantos técnicos, a una imdustrialización implantada violentamente, sino que "partió al mismo tiempo de un principio de universalidad formulado históricamente". 2
O en palabras de Subirats: "Se trata de la estructura del sujeto moderno, de la dimensión humana de la filosofía científica, tal como los formularon sus pioneros históricos. Es la pureza trascendental del sujeto racional moderno. Es la constitución de un yo que en su misma formulación epistemológica y científica es vaciado de sus componentes históricos y sociales, emocionales y lingüísticos, en nombre de la constitución pura del sistema de razón trascendental. Es también el sujeto como existente exiliado de su comunidad real, de su núcleo ético y de su memoria histórica. Es el yo vacío que se desprende del racionalismo cartesiano". 3
Si bien el proyecto de occidentalización pudo haberse desplegado con esa intencionalidad, para nosotros es evidente que la realidad se presentó mucho más compleja y contradictoria de lo que se hubiese deseado; ese proyecto tuvo que adecuarse para ser viable y ello implico conjugar diversos aspectos de la realidad ya existente, es decir que en última instancia significó un enfrentamiento, un choque de culturas. No fue capaz de cumplimentar esa vocación de dominio absoluto ya que aún "Si se entiende la universalización como aculturación que destruye todo núcleo ético, es claro que se descarta la posibilidad de que las culturas tradicionales puedan desarrollar formas de resistencia o coexistir con la cultura dominante. Pero es falso que desaparezca totalmente el mundo de vida colonizado. Y es igualmente falso pensar que los valores de las culturas dominantes pueden permanecer incontaminados". 4
La cultura material como historia objetivada
En realidad, el proceso es más complejo de lo que puede parecer a simple vista. Insistimos que estos proyectos "civilizatorios" significan más bien una colisión de concepciones y visiones del mundo que encierran cada una de ellas formas específicas, visiones concretas y dinámicas de resolver las necesidades propias de conformación de las estructuras de la cultura material.
Y esto es evidente si consideramos que la cultura material constituye parte importante de la historia objetivada de los grupos humanos, es decir "… la historia que en transcurso del tiempo se ha acumulado en cosas, máquinas, edificios, monumentos, libros, teorías, costumbres, leyes, etc." 5, en el proceso de conformación del espacio biofísico y sociocultural en el que se desenvuelve la vida humana y en el que los productos del diseño juegan un papel central como mediadores en la relación con la naturaleza y la historia.
La construcción material y simbólica de la historia, desde la conformación del territorio, la morfología de la ciudad, hasta los objetos, articula el conjunto de las distintas dimensiones de ésta, generando órdenes diversos en los espacios físicos y sociales y construyendo formas de uso y de preferencias aceptadas total o parcialmente o no asumidas, subvertidas.
En la dialéctica entre lo "natural" (biogeográfico) y lo histórico-social, con la cultura material como herramienta, el hombre construye y puebla su espacio físico-simbólico y estructura las formas concretas de realización del mundo y sus representaciones. Ello subsiste, a pesar de las borraduras en el tiempo y el espacio que el dominio de la cultura material experimenta, constantemente en procesos de agregación y estratificación diferenciada de materialidad simbólica que, en sus permanencias y desapariciones, pone de relieve las diversas lógicas sociales (económicas, políticas, culturales) que contradictoria o hegemónicamente las construyen.
Es decir, que los productos del diseño en sus concreciones e interrelaciones generan espacios o estructuras ambientales, como resultado de múltiples procesos que en su carácter histórico las conforman. Estos manifiesta en el espacio los complejos sistemas de orden cultural, económico, político, etc. de los que forman parte, organizando a través de una intrincada red de significados y contenidos sus relaciones con la estructura física y simbólica del mundo, expresando a la cultura que la erige al mismo tiempo que forman parte del material específico con el que se construye esa sociedad.
La cultura material como resultado los procesos de hibridación
Por ello es que la lectura e interpretación de la cultura latinoamericana ha de pasar de la aparente simplicidad con la que ha sido observado, al reconocimiento de la complejidad de su conformación; habrá de implicar una percepción mucho más fina; incluyendo no solo de las características de los nuevos elementos llegados de las metrópolis, sino también de las maneras en las que las preexistencias son inscritas en la realización de las nuevas condiciones de la objetualidad con las que se expresa el mundo que está creándose. Esto implica una fuerte tensión en la dirección de recrear a través de todas las formas, de todos los lenguajes con los que se construye el mundo, por ejemplo, los parajes aunque lejanos conocidos y entrañables para los conquistadores, frente a la tensión de fuertes estratos de la cultura material y simbólica con la que los grupos previos habían organizado y construido su mundo y todo ello definido por diversos requerimientos de sobrevivencia y asentamiento.
De tal manera que la interpretación de la cultura material no puede ser hecha como una imposición absoluta de una visión del mundo, sino como la confrontación de mundos diversos que dominan en algunos aspectos pero que son resemantizados, reconvertidos e insertos en otros de ellos. Es decir, que los vencedores pasados, actuales y futuros no pueden serlo de manera absoluta, sino que han tenido que incrustar en sus realizaciones fragmentos de las visiones previas, los cuales incluso en su negación a ser incorporados ponen de relieve la tensión existente en la constitución de la cultura material.
Pues si bien los objetos de diseño pudieran haber sido concebidos como parte de los mecanismos de ocupación de los territorios físico y de las representaciones simbólicas, como productos de los campos de cultura constituyen parte de los procesos de hibridación, entendiendo por esto un conjunto de mezclas interculturales que abarcan no solo las raciales, denominadas mestizaje, o las fusiones religiosas, definidas como sincretismo, sino también de otros aspectos de la cultura, al igual que permite incluir formas modernas de mezcla, puesto que "Los países latinoamericanos son actualmente resultado de la sedimentación, yuxtaposición y entrecruzamiento de tradiciones indígeneas (sobre todo las áreas mesoamericana y andina), del hispanismo colonial católico y de las acciones políticas, educativas y comunicacionales modernas". 6
Esto implica también que el análisis del proceso de conformación histórica de la cultura material debe partir de nuevos conceptos para entenderla en su complejidad. Como productos de un campo de cultura en el que se reconocen actualmente diversos procesos de hibridación y estratificación y no solo implantación mecánica y directa de los productos de diseño. Así tendríamos que entender la cultura material como un mosaico en constante transformación, dinámica de estructuras que generan estructuras, como estructuras ambientales con diversos niveles de diferenciación y estratificación del y en el espacio físico y social.
En esta construcción histórico-cultural, diferenciada y compleja de la cultura material, los procesos de hibridación son centrales. Los primeros acercamientos al análisis de su estructuración histórica, nos indican que su desarrollo se ha dado mediante una compleja mezcla de prefiguraciones, conformaciones, transformaciones, desapariciones y agregaciones, resultado de múltiples temporalidades. Y dada esa connotación histórica y contradictoria, constituyen un complejo producto con un carácter dinámico, en constante transformación de una vasta riqueza, cuyas expresiones formales son productos culturales, generados por las culturas de estratos o grupos sociales concretos. En ella se aprecia una relación de apropiación y transformación “…que no sólo es de naturaleza física, sino que pone en juego variadas intenciones, tanto míticas como políticas”. 7
Son, por tanto, resultado de la confrontación de visiones, proyectos y realizaciones que al concretarse en lo material y/o simbólico generan estratos o sedimentos diferenciados que la constituyen en conjunto; son realidades múltiples, resultado de la superposición de huellas, ruinas, ausencias y emergencias, esto es un palimpsesto. 8
Así, la construcción de instrumentos más acordes con nuestras propias características histórico-culturales, habrá de tomar en cuenta aspectos que desde nuestra perspectiva resultan fundamentales tales como aquellos referidos a la hibridación y estratificación como fenómenos centrales en la construcción de la cultura material.
El aspecto central para la definición de las estructuras de la cultura material como híbridas, consiste en la existencia de diferentes bagajes culturales que se ven enfrentados en una relación de asimetría, dando como resultado la adecuación de ellos, a la diversidad de condiciones y características particulares del mundo al que tienen que enfrentarse.
Ambos capitales culturales conllevan concepciones del mundo, de la relación con la naturaleza y la historia, ambas crean y significan representaciones colectivas particulares que extienden sus dominios a diversos espacios sociales y físicos. Y estas van a presentar diferencias sustanciales en cuanto al significado de los productos del diseño, desde la ciudad y sus formas de concreción morfológica, hasta la de los objetos.
Algunos de los procesos de hibridación son claros si nos remitimos a la historia. Durante la época colonial la implicación simbólica de las estructuras materiales será utilizada en la superposición del proyecto conquistador, de tal forma que en el aspecto religioso se presentó el fenómeno de sustitución-superposición del antiguo culto por el cristiano, expresado en la construcción de las iglesias, capillas o ermitas en aquellos sitios en los que se ubicaron los templos prehispánicos.
Lo mismo puede verse en la recuperación de la potencialidad creadora del mundo que tiene el lenguaje; los hispanos asignaron a las nuevas ciudades y regiones los nombres de las propias en España, o por lo menos anteponiendo sus nombres palabras que designaban parte de su mundo a la toponimia indígena. Convirtiéndose entonces estas designaciones en el registro de una situación en la que se entremezclan los viejos con los nuevos tiempos, una cultura con otra.
La estratificación obedeció a la decisión política de recuperar los elementos de centralidad operativa y simbólica del poder con los que los señoríos prehispánicos organizaban amplios territorios en torno a ellos; aprovechando las estructuras sociales, morfológicas y ecológicas que habían sido construidas a lo largo del tiempo. Cortés, por ejemplo, conservó la estructura política de los señoríos prehispánicos para el gobierno de las comunidades indígenas.
Es por ello que afirmamos que el proceso de colonización hispana en América es una implantación confrontada, condicionada y yuxtapuesta por fragmentos y porciones expresivas del estrato cultural previo; de tal modo que observamos que pese a la borradura inferida a la cultura material, aparecen fragmentos, formas y modos expresivos, formas de construir la textualidad de la ciudad, que hacen presentes algunas de las configuraciones particulares del mundo previamente derribado, visible aún pese a la destrucción llevada a cabo por los conquistadores.
Numerosas rupturas pero también permanencias pueden ser leídas en los procesos derivado de los profundos estremecimientos sociales causados por las luchas de Independencia de los pueblos americanos de sus metrópolis europeas. Con la Independencia, nuevas mixturas, otros procesos de hibridación habrán de efectuarse en función de la recomposición de las estructuras sociales, los territorios nacionales y las morfologías de las ciudades americanas, que habrán de requerir las nuevas necesidades de orden social y político y las nuevas concepciones y modelos culturales que los emergentes y triunfantes grupos criollos harán aparecer en la arena de la disputa por la conformación de la nación.
En este ciclo habrá de darse una nueva aproximación a la igualación de las expresiones culturales de nuevos procesos de hibridación en el cual las concepciones dominantes que refieren a Europa como faro civilizador, habrán de ser implantadas con la impronta o sello local, nuevos híbridos que persiguen el sueño inalcanzable de constituir una nación, una cultura modernas pero con apego a la nacionalidad, que es concebida como adopción de los modelos europeos.
Hacia la construcción de otros enfoques
Para la construcción de una historia de la cultura material latinoamericana es preciso hacer una revisión de los diversos aspectos relativos la interpretación de la historia . A manera de ejemplo podemos señalar que uno de ellos de una gran importancia lo constituyen los cortes historiográficos a partir de los cuales se ha interpretado la historia cultural de América, ya que las unidades históricas que el investigador trabaja son construcciones de alguna parte del continuo histórico y expresan la definición de aquellos aspectos considerados relevantes para las visiones historiográficas existentes.
Es por ello que revisar y llevar a cabo una redefinición de las unidades históricas considerando las características propias del desarrollo en nuestro continente constituye un trabajo de reconstrucción de los enfoques, un reajuste de los ojos con los que es mirada la historia. Aquellos fundados en la mirada europea han puesto de relieve la sucesión de las etapas derivadas de la implantación de nuevos elementos y/o sus representaciones en la producción y utilización de los productos del diseño. Al mismo tiempo han implicado la adopción más o menos mecánica de una serie de conceptos.
Tal como señala Waisman "En la historiografía general, con el correr del tiempo las unidades históricas definidas para el mundo europeo parecieron cobrar una validez universal. Se habla así de una Edad Media americana -en la que jamás hubo organización feudal o filosofía escolástica- o de un imperio maya -que jamás tuvo emperador…-, extrapolando términos sin profundizar en sus reales significados". 9
Al mismo tiempo requerimos observar también los desfasamientos en los procesos de implantación de las culturas de las metrópolis, la pervivencia y coexistencia de las expresiones de diversas unidades históricas. Puesto que como puede observarse en las fases tempranas del periodo colonizador hispano en América, la coexistencia de distintas fases históricas como el renacimiento y la edad media en sus desarrollos en España, son evidentes; al igual que durante la época barroca novohispana, tal como plantea Gómez Martínez 10 o bien como puede verse en los actuales momentos en los que algunos autores reconociendo esa diversidad y mezcla nos hablan de un ethos barroco como característica esencial de la cultura latinoamericana actual. 11
Habrá, asimismo otros muchos aspectos a reformular en el avance hacia otra historia de la cultura material latinoamericana en la que los centros de atención, la dirección de las miradas no se dirijan ya de las metrópolis a las periferias, sino que las regiones tradicionalmente consideradas periferia, puedan constituirse en centros a partir de sus propias lecturas. Entre algunos otros asuntos pendientes anotaremos: Continuidad-discontinuidad, las duraciones históricas, las articulaciones centro-periferia-región.
Conclusiones
Como es evidente no pretendemos dar conclusiones definitivas; nuestra intención es más modesta, radica en hacer un llamado a la investigación concreta de los campos de cultura del diseño, no como el diseño en la historia, ni como la historia del diseño, más bien del diseño como historia en la que pueden ser leídos los profundos cambios en las concepciones y realizaciones que a lo largo del tiempo se han mezclado, estratificado y superpuesto y permanecen aún vivos en la presencia de la cultura material actual, así sea a manera de huellas y fragmentos o en la memoria histórica colectiva.
Intentamos poner de relieve el proceso complejo y accidentado de construcción de la cultura material, la necesidad de observar las distintas concepciones genéticas y tiempos históricos que concurren en esta en su carácter híbrido, es decir poliétnico y multitemporal; para ello subrayamos la dialéctica continuidad-discontinuidad, procesos que en sus duraciones cortas y largas define los perfil que la cultura material, bajo los diversos proyectos que confluyen en su conformación histórica.
Concluimos señalando que este final en realidad constituye un principio en el largo camino de construcción de otros instrumentos para poder apreciar nuestra compleja realidad latinoamericana.
Notas
1 ARRIARAN, Samuel. "Barroco y neobarroco en América Latina". En Samuel Arriarán y Mauricio Beuchot. Filosofía, Neobarroco y Multiculturalismo. 1999, México, Itaca, p. 53.
2 Ibid.
3 SUBIRATS, Eduardo. El continente vacío. La conquista del Nuevo Mundo y la conciencia moderna. 1994, México, Siglo XXI.
4 ARRIARAN, Samuel. Op. cit. pp. 55-56.
5 BOURDIEU, Pierre. "Man and Machiing". Advances in social theory and methodology. Karin Knorr Cetina y Aarón Cicourel, comps., Routledge & Kegan Paul, 1981, London, p. 305.
6 GARCÍA CANCLINI, Néstor. Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la Modernidad. México, 1989, Grijalbo, pp. 16,71.
7 CORBOZ, André. "El territorio como Palimpsesto" Diógenes. #121, primavera de 1983, México, UNAM.-Coord. de Humanidades, p. 20.
8 "PALIMPSESTO: <>. Manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente. 2 Tablilla antigua en que se podía borrar lo escrito para volver a escribir." ALT-Q. Palimpsesto. Estrategias de Intervención en el Territorio. Conferencia presentada el 21 de Marzo de 1997 en las XII Jornadas del Patrimonio de la Comarca de la Sierra Aracena (Huelva), Aracena, España, Internet, s/p.
9 WAISMAN, Marina. El interior de la historia. 1990, Bogotá, Escala, p. 47.
10 GOMEZ MARTINEZ, Javier. Historicismos de la arquitectura barroca novohispana. 1997, México, UIA.
11 ARRIARAN, Samuel. "Barroco y Neobarroco en América Latina". En Filosofía, Neobarroco y Multiculturalismo. 1999, México, Itaca.
* Este trabajo fue leído por su autor en las sesiones de la II Conferencia de Historiadores del Diseño de La Habana organizado por la ONDI en junio de 2000 y se publicó en http://www.culturadeldiseño.cult.cu/
VER