El historiador cubano Eusebio Leal cuenta cómo se logró recuperar La Habana Vieja y habla de su aprecio y admiración por el Perú.
Director.
DATO “A lo largo del siglo, los historiadores y maestros de esta isla han cultivado con intensidad eso que, sin vergüenza ni sonrojo, podemos llamar «el culto a Martí». No mediaba en ello el deseo egoísta de llamar la atención hacia lo nuestro como algo diferente, único, pero lo cierto es que nuestro Apóstol tenía cualidades excepcionales dentro del grupo de hombres de pensamiento del continente ”, de Eusebio Leal. El historiador cubano Eusebio Leal nos habla en esta entrega final de la entrevista, sobre su obra más celebre, la reconstrucción de La Habana Vieja, el centro histórico de La Habana, recuperado con una titánica y paciente labor que ha tenido como principales protagonistas a los vecinos de aquella zona, que parecía perdida por el deterioro y el paso del tiempo.
-Muchos creen que la reconstrucción de La Habana vieja ha sido un logro con objetivos turísticos, pues se ha convertido en uno de los principales atractivos de la ciudad. ¿Qué nos puede decir al respecto?
-Lo que hemos logrado es la restauración de una parte de la antigua ciudad de La Habana. La Habana es muy grande. Su centro histórico, algo así como la Lima cuadrada, es muy grande, son varios kilómetros cuadrados. Casi 90 manzanas y es un esfuerzo grande, y al mismo tiempo quizás, su connotación más importante, lo más interesante de esto sea su alcance social. Es un proyecto que no es figurativo, que no es turístico; que entraña todo eso, sin lugar a dudas, pero que es esencialmente una búsqueda, como siempre ocurre en estos casos, o debe ser una búsqueda de raíces, de identidad, de carácter, de perfil de un país. Pero también una fuente de empleo para la comunidad que lo habita, una solución de problemas angustiosos para la gente de las clases más humildes, que son las que ocupan -generalmente en América Latina- los centros históricos.
-¡Qué interesante! Y ahora se ha convertido en un centro turístico.
-Ahora, La Habana Vieja se ha convertido en un gran parque nacional. Ahí acuden no solamente las personas que vienen de todas partes del mundo, sino también las familias cubanas, nuestras familias, los niños de las escuelas. Van a los festivales culturales de teatro, de música, de libros, que se celebran o tiene por escenario un centro histórico que es ahora fundamentalmente peatonal, en el cual no se ha sacado a la gente, sino que se ha buscado que participen en el proyecto restaurador. No cabe duda de que no necesariamente todo el mundo puede vivir en el centro histórico. Un predio, como una Casa de las 12 puertas en Lima, o en cualquier otro palacio, no estaba ya ocupado por una familia señorial, sino por decenas de familias. Toda restauración supone una disgregación, pero se ha tratado de que tenga un sentido de justicia y de equidad.
-De la Lima antigua, usted conoce un poco. ¿Cuándo fue la primera vez que vino a Lima?
-Hace muchos años. He conocido a los distintos alcaldes de Lima que quisieron realizar el trabajo por y para Lima. Recuerdo muy particularmente, con mucho afecto, al que fue mi gran amigo, el arquitecto Eduardo Orrego Villacorta. Recuerdo con sincera admiración a mi querido amigo, Alfonso María Delidorio Barrantes Lingán, un hombre que tuvo el gran mérito, a mi juicio, de vivir pobre y morir pobre, habiendo estado en la política -cosa que en América Latina es un título de honor que no concede ninguna universidad- y que se preocupó mucho de los niños, de los pobres. Y admiro la labor que realizó el alcalde Alberto Andrade, porque creo que trabajó también en la dirección de darle una dimensión al centro histórico, que yo creía francamente insalvable, tal y como lo vi a lo largo del tiempo.
-¿Se ha salvado? ¿Usted cree?
- Bueno yo creo que, por lo menos, se logró detener esa cantidad de demoliciones para hacer playas de estacionamiento, esa cantidad enorme de ambulantes. Pero lógicamente, Lima es inmensa, La Habana es bella y es grande. Pero Lima es una dimensión de la arquitectura diferente. Son espacios urbanos colosales, son espacios comunitarios realmente impresionan. Cuando una ciudad deja de ser el centro, o se le retiran las funciones vitales, comienza su decadencia. A mi me gustaba mucho el barrio de Acho, me encanta el Rímac, me gustan todos esos barrios que conformaron la Lima más allá del río y eran maravillosos. Y desde luego, la Lima miraflorina que conocí, que era la Lima de las librerías, la Lima del caminar y del andar.
-¿Esa Lima se puede salvar? ¿se ha salvado?
-Yo creo que ni La Habana tampoco se ha salvado. Yo he hecho una pequeña parte y queda poquísimo por hacer. Cuando me han preguntado qué tiempo necesitaría para ver el resultado de lo que yo quisiera, de lo que yo imagino, que es labor de muchos. Antropólogos, historiadores, arqueólogos, ingenieros civiles, obreros. Siempre digo “me faltaría una vida hacerlo”. Hoy, como usted sabe, hay dos tendencias. Una tendencia que busca la revalorización por razones culturales. Hay otra tendencia que cree que todo está sujeto a la arbitrariedad del mercado y que los terrenos valen más que lo que está edificado. Entonces, en muchas ocasiones, usted ve realmente barbaridades en los centros históricos. Nosotros no tenemos nada en comparación de lo que tiene el Perú. Vivimos muy orgullosos de las siete ciudades antiguas: de Trinidad, de Santiago de Cuba, de Baracoa. Pero ¿qué me dice usted cuando entramos aquí en el interior, y vamos a Cusco y vamos a ciudades maravillosas como Arequipa o Trujillo, que son capitales señoriales, donde además floreció y existe un artesanado capaz de manifestar su cultura en toda su integridad, desde la cultura, la comida. Usted ve esas variaciones gastronómicas riquísimas, después observa todo el arte del tejido. Yo creo que hay pocos países en el mundo que tienen el privilegio de un arte textil, creo yo sólo Guatemala, el Alto Perú, quiero decir Bolivia, y el Perú, el arte del telar. Después la cerámica. Estamos hablando de un arte milenario, ancestral que continúa. La orfebrería y sobre todo las personas, son como el resultado de un encuentro de civilizaciones. Yo recientemente estuve en España visitando, no había estado nunca, en la Mezquita de Córdoba, y no puede usted imaginarse qué emoción, cuando al finalizar la visita a la mezquita, en el lugar más recóndito de la mezquita, encuentro la tumba del Inca Garcilaso de La Vega. Y veo allí la gloriosa bandera del Perú, y entonces digo: Dios, qué maravilla, qué hemos sido, qué somos, qué hemos podido ser, qué seremos.
Mariátegui y los cubanos
- Usted ha estado varias veces en el Perú. ¿Qué imagen tiene de José Carlos Mariátegui?
-Así como Gramsci fue para Italia la explicación en Europa Occidental de la concepción suprema del socialismo, lo fue Mariátegui en el Perú y para toda América. La lectura de sus obras, de sus cartas, mis conversaciones con uno de sus más grandes biógrafos, Ricardo Luna Vegas, me acercaron muchísimo a la interpretación y el conocimiento de un Mariátegui profundo. Mariátegui es quizás la aportación intelectual y la aportación sociológica más importante del Perú de su tiempo al pensamiento latinoamericano.
- ¿En Cuba existe alguna presencia de Mariátegui?
- Es probable que usted le pregunte a un joven que no sea universitario de Humanidades sobre Mariátegui, y no pueda responderle con exactitud, pero no puede preguntarle usted a un solo intelectual, a un solo escritor, a un poeta, a un literato que no le responda quién es Mariátegui, una figura esencial para América.
(1) Fueron vecinos de la zona quienes juntos a Eusebio Leal, recuperaron el Centro Histórico de La Habana.
(2) Calles del centro histórico de La Habana.
(3) Demostraciones culturales realzan el paisaje cubano.
(4) Leal ha recibido importantes reconocimientos.
LA Primera, Lima, 30 de Abril del 2008.