LA REALIDAD SOCIAL Y LA ARQUITECTURA LATINOAMERICANA
Por Armando Arteaga
(Ponente de la FAUA-UNI).
El tema de la “Realidad Social y la Arquitectura Latinoamericana” es tan amplio y complejo que perderíamos el tiempo y el esfuerzo de este “I Congreso Latinoamericano de Estudiantes de Arquitectura” (*) si no somos concientes de que la práctica social y profesional del arquitecto en Latinoamérica pasa por las contradicciones políticas, sociales e históricas de nuestro continente. Lo cierto es que Latinoamérica no solo es un concepto histórico, sociológico, antropológico, o político, ni una suma de pueblos, o varios idiomas nativos (incluyendo también el castellano y el portugués), ni una cultura. Es algo más que todo eso. A partir de los años cincuenta es que se ha empezado a manejar con frecuencia el termino “arquitectura latinoamericana”. Así la frase “Oscar Niemeyer es un arquitecto latinoamericano” no aporta nada sino ubicamos el registro y los códigos de la “Plaza los Tres Poderes” en la proyección de la standardización de una arquitectura que se sintetiza en la “unité d´habitation” de Le Corbusier quien declaró alguna vez sin titubeos: “para los hombres en serie, hay que crear viviendas en serie”.
Los estudiantes de Paris, Mayo del 68, querìan cambiar el mundo y tambièn la arquitectura.
Las masas y la modernidad no solo arruinaron el discreto encanto que poseía el arquitecto latinoamericano por entonces; lo condenaron a naufragar en diversidades. Hablo de masas –en capital humano y material constructivo- y de la modernidad como mito desarrollista. La relación “Arquitectura y Latinoamérica” es confusa y han contribuido a esa confusión los siguientes libros: “Arquitectura Latinoamericana” de Francisco Bullrich, “Diez Años de Arquitectura en Cuba Revolucionaria” de Roberto Segre (1), “Ciudades precolombinas” de Jorge H. Hardoy, e “Imperialismo y Urbanización en América Latina” de Manuel Castells, entre otros. Existen otros libros, pero estos son los casos más destacados. El aporte de estos cuatro autores es significativo, y también va a medias, pues, en el recorrido que uno realiza por el aprendizaje de la profesión, uno termina por creer que el debate sobre “Realidad Social y Arquitectura Latinoamericana” fue casi inexistente y más bien correspondió a vanguardias y elites (2).
No hubo, en serio, un debate académico –dentro de los talleres de diseño y aulas de las facultades de arquitectura de Latinoamérica- sobre “Realidad Social” y menos sobre “Arquitectura Latinoamericana”. El cuadrivio de estas tesis nuevas sobre “arquitectura latinoamericana” se han desarrollado autónomamente y marginalmente entre estudiantes y profesores, y por supuesto, y en algunos pocos talleres “sociales” de diseño (3).
El caso de “Arquitectura, urbanismo y dependencia neo-colonial” de Emilio Pradilla y Carlos Jiménez fue un extremo de tensión, un signo indicador de cierta dirección “izquierdista” de los estudiantes y profesores progresistas colombianos para encarar la crisis que agobiaba nuestras facultades de arquitectura por la situación difícil de la coyuntura latinoamericana del setenta, coyuntura que oscilaba entre dictaduras y “frágiles” democracias, este ha sido el péndulo que definió el tiempo de este movimiento “cultural” y el estar “existencial” en un espacio de grandes contradicciones, una acción por reivindicar desde un sector de la izquierda: el derecho de opinar diferente y libremente, buscando una voz propia: la nueva generación de arquitectos, muchos de ellos desilusionados de “funcionalismos” asfixiantes.
Decimos que nadie discute en aulas y talleres, ni “realidad nacional”, ni “producción social del espacio”, y menos “planificación socialista” o “arquitectura rural”, sin embargo “el tiempo que escondido en nuestras ciudades latinoamericanas nos observa” es todo un desafío, y en el trabajo del espacio, al que tenemos que responder como profesionales o técnicos, es terrestremente –hablando- un espacio de muerte, de abolición de hombres y de proyectos sociales “utópicos” (asunto del que nunca hemos renunciado). Las venas abiertas de América –para citar a Galeano- desangran todos los días.
El "Mensaje a los estudiantes de arquitectura" de Ernesto "Chè" Guevara motivò tambièn todo un estilo de mirar la arquitectura y el mundo.
La verdad es que Latinoamérica es un continente de contradicciones, los caminos son inexplorables todavía; y los arquitectos no estamos preparados para mayores tareas comunes, y pareciera que no nos gustan las contradicciones, los caminos difíciles y originales. La arquitectura, muy a pesar nuestro, es la exteriorización de nuestra vida social, nunca dejará de ser una técnica, el environmental desig. La verdad es que los enormes contrastes pesan y las frustraciones constantes de las que no escapa para nada la arquitectura en Latinoamérica son tan evidentes que muchos prefieren la evasión total, y con ello, simplemente, la ausencia de una alternativa revolucionaria para la arquitectura. En el libro de Bullrich –que es un vademécum arrogante de cierto subdesarrollo y dependencia frente a la arquitectura europea y norteamericana del presente siglo- se ha optado por presentar a un conjunto de arquitectos y sus proyectos como estructuras individualizadas. Bullrich decía que la colección era un testimonio de un movimiento.
Hoy podemos decir sin temor a equivocarnos, ni caer en extremos, que es un testimonio de una inercia, fue un récipe, y para seguir con la inercia del ritmo, un recipiendario. Los contraste son aún más significativos en las tesis “sociologistas” de Manuel Castells que fueron necesarias y suficientes, diversificadoras y que “in illo témpore” traían la “nueva ola” de París y que los estudiantes becarios se adhirieron, y creían de veras en “La revolución urbana” que animaban desde la revista “Espacio”: Henri Lefebvre, Fernando H. Cardoso y Aníbal Quijano. El aporte de Castells está en que supo presentar la nueva constitución del espacio latinoamericano después de la segunda guerra mundial bajo los efectos de las nuevas formas de dominación económica imperialista. Los teóricos de la urbanización dependiente ayudaron a disimular las asperezas entre “académicos” y “expertos” de la nueva situación social. Castells fue lapidario cuando sentenció con su hoy lejano “cliché” de izquierda: “La transformación del espacio latinoamericano no es, pues, una marcha hacía la modernización, sino la expresión específica de las contradicciones sociales producidas por las formas y los ritmos de la dominación imperialista”.
Ahora sabemos que el aporte de Castells está en su “metodología de investigación social” para problemas urbanos, y su desvanecimiento en su práctica conciliatoria con los centros de poder, habló en teoría de las masas y las ciudades, pero la realidad le dio la espalda. Desde una posición “historicista”, Jorge E. Hardoy trasladó las novedades y diría también las bondades de la “escuela francesa” y de la mano de Fernand Baudel vinieron allende las fronteras de las ciencias sociales a darle instrumentos a los nuevos arquitectos: muy ocupados en sus problemas urbanos y en barrios marginales, pocos receptivos a la cuestión rural. Los arqueólogos fueron más acogedores con Hardoy. Debería volvérsele a leer con mayor interés, prudente detenimiento y desde otra perspectiva. Roberto Segre ha sido en este encuentro de los arquitectos y los estudiantes latinoamericanos con la Revolución Cubana un puente más bien incomodo con nuestras facultades abstraídas en vínculos más encontrados con la arquitectura norteamericana actual después de los 50 y la arquitectura de Niemeyer, con el urbanismo de Lucio Costa, con recursos de cierta técnica y queriendo hacer cierta arquitectura futurista -que declinaba en la forma y la función- y que debía enfrentarse a las demandas planteadas por las poblaciones y sus necesidades. No se valoró el uso del “pre-fabricado” cubano. Segre no tradujo a cabalidad este aporte (recordemos que Segre es un arquitecto argentino trabajando en Cuba), y Cuba daba una respuesta política e inmediata a su problema de vivienda y equipamiento urbano.
La revista "Tramma" de los 70.
Unos piensan, que fue un destino mediocre, otros, que son una alternativa nueva: esa avilantez que nos esperaba, cuando alguien se preguntaba: cómo podría ser esa transformación del diseño actual. Los “academicistas” perdidos en sus comprensibles inquietudes del tablero respondían aprendiendo de Kenzo Tange y el vertiginoso crecimiento industrial del Japón (EXPO 70), y se perdían melancólicamente volviendo la mirada con nostalgia hacia el “milagro” brasileño. Como sabemos, hoy Brasil, como todos los países latinoamericanos, tampoco puede pagar su deuda externa, y se debaten en penurias. No todo a sido una catástrofe para la “arquitectura latinoamericana”. No olvidemos que André Malraux bautizó a Brasilia como la capital de la esperanza. Hoy Brasilia no es ni el paraíso terrestre querido por algunos, ni aquella capital de la desesperanza anunciada por otros.
Mi objeción al debate sobre “arquitectura latinoamericana” no es únicamente desde la propuesta de la respuesta que han dado a sus necesidades de arquitectura de las masas latinoamericanas en el proceso histórico que vivimos, sabemos que la mayor parte de las edificaciones realizadas no son proyectadas por arquitectos, sino por el usuario de esta “arquitectura espontánea” desarrollada en la “marginalidad” (de los años70), e “informalidad” (de los años 80). Si miramos hacia atrás, no para quedarnos como Lot, ese gesto de admiración de Humboldt al meditar sobre las instalaciones de arquitectura precolombina es significativo, cuando exclamó: “esta arquitectura parece haber sido realizada por un solo arquitecto”. La arquitectura precolombina bien sabemos fue una arquitectura de masas –no solo piedra, arcilla, caña- espontáneas, y de una planificación social: expresión de una respuesta ante la necesidad.
La “arquitectura latinoamericana” aún parece que sigue siendo realizada por un solo arquitecto, aunque ahora en las últimas etapas (en el encuentro con el mundo europeo) el resultado parece negativo, improvisado, falto de planificación. No hablemos de un futuro después del “2001. Odisea del Espacio”, hablemos de un presente perpetuo, de ayer, de siempre, de una arquitectura autentica y andina, de un sistema organizado y social. Mi objeción, es pues, política. Eso que nadie quiere discutir. Latinoamérica está condenada a la búsqueda de sus orígenes. O, lo que es lo mismo: a lo imaginario, desde la crítica y la acción. El nuevo arquitecto no puede ser insensible a la búsqueda de un consenso entre lo tecnológico y lo espacial, entre los recursos materiales y la población organizada, entre la proyectación profesional y el usuario, dentro de los márgenes de nuestra cultura autentica. Para terminar, se trata de estar en el tiempo de la transformación social, en el diseño de espacios que sean para todos, pero en el libre camino de nuestro americanismo: la búsqueda de nuevas alternativas.
Más debate, más comunicación, entre nuestros pueblos y nosotros. Tenemos que inventar muchas propuestas nuevas para llegar a un solo proyecto real y político. Para empezar, sudamericanos : ir hacía una arquitectura andina y social, rural y urbana, con respeto por ambas vertientes. Hacer de esta residencia en la tierra: no la tierra de los condenados, sino la tierra de la libertad, la tierra de un espacio mejor habitable y en la dimensión humana, y si se quiere utópica, al servicio del hombre común y olvidado de nuestros pueblos, una arquitectura que nos vuelva a integrar. Ir hacia una arquitectura andina, es buscar una nueva alternativa, un nuevo horizonte, un diseño más exacto.
Original de Ponencia presentada al I Congreso Latinoamericano de Estudiantes de Arquitectura en Arequipa.
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Estas notas en pie de página han sido puestas varios años después de la presentación de esta ponencia para una mejor comprensión del fenómeno social y estudiantil al que hacemos referencia:
(1) El entusiasmo que suscitó el “Mensaje a los estudiantes de arquitectura” de Ernesto “Che” Guevara ya estaba pasando de moda dentro del movimiento estudiantil, la ola de Mayo del 68 vino con otras novedades para las propuestas de la nueva izquierda en la FAUA-UNI.. Y fueron estas nuevas actitudes que fortalecieron un impulso novedoso y crítico como es el “caso colombiano” con “Arquitectura, urbanismo y dependencia neo-colonial” de Emilio Padilla y Carlos Jiménez.
(2) En la década del 70, editamos Wiley Ludeña, Hugo Salazar del Alcazar, Mauro Llerena y Armando Arteaga, entre otros entusiastas estudiantes “progres” y de izquierda, la famosa y solitaria revista “Tramma” (dos números editados, 1978) que alborotó los pasadizos, los talleres y las aulas de la UNI. y la Ricardo Palma, con tesis y posiciones “radicales” y de vanguardia para ese momento. Carlos Acevedo y Luis Rodríguez Cobos (casi un franco tirador) publicaron también en “Tramma”. Más tarde, Zack Ruiz de Somocurcio tomaría la posta algo radical dentro de una normatividad más “castellsiana” con sus imprescindibles separatas “Documentos de Arquitectura y Urbanismo”. Vuelta a la otra margen, desde la perspectiva docente, se publicó los “Cuadernos de Arquitectura y Sociedad” que animaba Raúl Quiñónez Aranda. Otros sinceros “francotiradores” docentes de este álgido proceso “contestatario” de izquierda que querían un cambio de actitud ante la arquitectura y la realidad nuestra fueron: Jorge Burga, Eliseo Guzmán, Jorge Ruiz de Somocurcio, Esturado “Talo” Núñez, Miguel y Marta Llona. Con sus respectivas particularidades, que cada uno de ellos asumía. No hubo más movimiento vanguardista por parte de los estudiantes, y menos del lado de los docentes, en verdad, la realidad cambió adversamente en el país. Para después, la moda regresó de rebote desde Inglaterra, Francia y España.
El libro de Martuccelli capta parte de este periodo izquierdista de los estudiantes de arquitectura. 3) Elio Martuccelli en su libro “Arquitectura para una ciudad fragmentada” (Centro de Investigaciones de la Universidad Ricardo Palma, Octubre, 2000) ha logrado captar parte de este impulso del periodo “izquierdista” de un sector pensante de los estudiantes y profesores de aquella década del setenta, prodigiosa en ideas y en actitudes.
(*) IV ENCUENTRO Y I CONGRESO LATINOAMERICANO DE ESTUDIANTES DE ARQUITECTURA.
Formación Social Latinoamericana y La Arquitectura. Realidad social latinoamericana y su influencia en la arquitectura.
Universidad San Agustín de Arequipa.
Universidad Nacional de Ingeniería. Lima-Perú, Marzo de 1987.